ELEMENTOS PSICOLÓGICOS, SOCIOLÓGICOS Y ANTROPOLÓGICOS DEL TATUAJE Y
DEL PERFORADO LAS MOTIVACIONES
(Tomado de Tatuajes y piercing; señales y riesgos a flor de piel Generalitat Valenciana. Conselleria de Sanitat Generalitat Valenciana, 2004)
Parecería que la pregunta fundamental en los tiempos actuales ante el claro resurgir del perforado y el tatuaje sería: ¿qué motivaciones existen para hacerse perforar o tatuar?. Y quizá a esta pregunta haya más de una respuesta. Más de una en la medida que las motivaciones pueden ser múltiples. Quizá unos lo harán como señal de rebelión hacia la sociedad, otros como rechazo hacia la autoridad de los padres o de la autoridad, algunos por el simple deseo de individualizar su cuerpo de la masa. Otros lucirán orgullosamente un anillo en el ombligo porque habrán caído extasiados delante de un objeto idéntico de su cantante favorita. Algunos lo harán en búsqueda de reafirmar su personalidad a pesar del sufrimiento de su propio cuerpo, otros por fin verán allí virtudes sexuales insospechadas. Una importante
cantidad de personas por otro lado, quizá lo hará por simples razones estéticas.
¿De dónde proviene esa cierta fascinación por este tipo de adornos corporales? ¿Qué fuerza irresistible conduce, sobre todo en la adolescencia, a mirar y tocar esos extraños tatuajes para descubrir en ellos quizá un símbolo lejano de poderes ocultos y sagrados?.
Cesare Lombroso, psiquiatra y creador de la Escuela Italiana de Derecho Penal en siglos pasados, fue quizás uno de los primeros científicos sociales que intentó proporcionar una respuesta a estas preguntas.
Su tesis se puede resumir en una sola palabra: atavismo. Sostenía Lombroso entonces que los tatuajes proliferan en las culturas salvajes y bárbaras, pero tienden a desaparecer cuando las sociedades han llegado al estadío de la civilización. La prueba la encontraba Lombroso en que en las culturas occidentales, quienes lucen tatuajes son fundamentalmente rufianes, criminales, desertores de la
marina, exconvictos que ingresan en la legión extranjera, en fin, gente de mal vivir describía este autor, sujetos que a través de esos signos clavados en la epidermis de sus cuerpos ponían también de manifiesto su involución degenerativa 1. Y este tipo de abordajes es el que prevalece en ocasiones en el tratamiento de las motivaciones sobre el tatuaje y el perforado.
Por otro lado y tal como abordaba el tema Lombroso en siglos pasa-dos, se ha situado hasta la fecha de un cierto tinte discriminatorio, y una asignación de asociación apriorística a comportamientos psicopatológicos o antisociales2. Incluso los estudios psiquiátrico-legales actuales, a pesar de situarse en una posición de menor prejuicio, suelen asignar a las prácticas del tatuaje y el piercing, una cualificación de automutilación y de destrucción voluntaria 3. Del mismo modo como, suelen realizarse calificaciones semejantes en otros terrenos de la medicina, a pesar de que recientemente están apareciendo artículos desde ese campo, que también procuran una perspectiva más integradora y global en el análisis de este fenómeno actual 4.
A pesar de que los trabajos que enfocan los aspectos psicológicos y sociológicos de las modificaciones corporales en las sociedades occidentales, son poco numerosos, desde la necesidad de obtener la mayor evidencia indagatoria, y para tener una visión más completa, hay una serie de precisiones que se deben considerar, no sólo limitadas al análisis de las normas de la estética corporal.
Sin duda, una parte del fenómeno del perforado y del tatuaje actual, deriva de los conceptos antes vertidos, o de los análisis de la norma estética. Sin embargo el sólo concepto de estética corporal, no puede explicar el conjunto de manifestaciones del “body art”, ni explica bien y con toda amplitud, los elementos que se manifiestan en la sociedad actual. En este sentido hay autores que intentan cada día más, profundizar en el tema desde perspectivas más completas 5, 6
Pudiere sostenerse que el “body art” funciona de un modo similar a las pautas que rigen para la elección de un traje o de un maquillaje. Pero sin duda parece reduccionista este tipo de análisis, sin investigar con más profundidad. Máxime cuando las marcas corporales realizadas mediante el tatuaje o el perforado, tienen un carácter prácticamente definitivo. Así este fenómeno debe ser distinguido de las
otras pautas no permanentes de la moda, a pesar de que pudiendo tener la consideración desde ese mismo eje, también están siendo explotado por la potente industria de ese sector, que tiene gran capacidad de producción de imágenes y novedades de vanguardia en cuanto a las normas corporales.
El tatuaje y el perforado, como ya se ha revisado en la disquisición histórica, se sitúan más bien en el orden de los signos, y en ese orden se sitúan dadas las características que se les asigna en cuanto a sentido y valor. Y configurándose en esa dimensión, la visibilidad del signo se inscribe, por tanto, en el conjunto de las pautas de relación.
El body art, el arte corporal, el perforado, el tatuaje, asumen por esa condición un cierto número de funciones sociales. Y estas funciones, identifican generalmente un afán de búsqueda de identidad. Así el cuerpo reformado, se constituye como un agente privilegiado para la expresión de la elección de la identidad elegida. Así pues, desde esta óptica, el perforado y el tatuado, se articulan sobre el eje de la afirmación identitaria y sobre el significante que esta señalización tiene en esa afirmación 7.
El cuerpo así transformado, se constituye como una forma individualizada. Sin embargo, a pesar de esta consideración del cuerpo como un objeto absolutamente privado, el cuerpo es igualmente un objeto social.
Muchos autores han abordado esta cuestión sobre la consideración de “objeto social” del cuerpo 8, 9, 10, 11. Pensemos, por ejemplo respecto a las normas relativas a la sexualidad, a la representación del cuerpo femenino o incluso sobre la concepción tácita de conveniencias e inconveniencias de nuestras ropas según la ocasión del encuentro social en la que actuemos.
Le Breton12 sostiene que el esfuerzo creciente del simbolismo del cuerpo es inversamente proporcional a las relaciones de sentido que la persona sustenta con su comunidad. Esta individualización, tiene por consecuencia primera la elaboración de rituales centrados en la gestión del propio cuerpo, y en segundo lugar, un cierto narcisismo mediante el que el cuerpo se constituye en el último eslabón relacional, el último valor dada la precariedad de relaciones sociales.
Algunos autores sin embargo sostienen que la decisión más o menos ritualizada del tatuaje y del perforado pueden incluso cumplir en cierta forma una función de “domesticación” y de estabilización. Todo dependería de la carga afectiva y del sentido que se la adjudique a esa decisión. Así los tatuajes que se practican al salir de la adolescencia, y que marcan el principio o el fin de una relación amorosa, son ejemplos donde la decisión de hacer tatuarse puede permitir ritualizar, esto es domesticar un cambio de estado y estabilizar una identidad que se busca.
Una concepción de rito es el que defienden numerosos autores. Así Borel 13, destaca que la ausencia aparente de rituales destinados a los adolescentes en el mundo contemporáneo, puede ser una causa de ciertos cambios y conmociones sociales. Describe Borel, como el individuo abandonado a sí mismo, se afana en buscar por sí mismo sus modelos de identificación. Indica que el ritual, siempre presente (aunque no se perciba claramente como tal), se renueva por los efectos de la moda, pero que también se produce en nuestras culturas occidentales. El perforado y el tatuaje, de esta forma y bajo esta óptica se constituye como signo de un ritual reelaborado por parte de la adolescencia que busca rituales que en la sociedad actual y que no perciben claramente y adaptados a sus deseos. En las edades de estudiante se tiende a proponer la idea que el “arte corporal” es por tanto un medio de crearse el propio joven un ritual de paso a la edad adulta y a un renovado mundo adulto que aspira a nuevas formas 14.
En dicho sentido al tatuaje y al perforado confieren una identidad social, en muchas ocasiones señalizador de una identidad propia de grupos. Así desde el ámbito de la antropología, se ha considerado a las prácticas del tatuaje y el perforado como una “institución antisocial” o como una contra-ritualidad y fuente más de división que de
cohesión. Esto, que sin duda es constatación de la fragmentación existente en las grandes sociedades en torno a múltiples subconjuntos, puede verse como una cierta incoherencia respecto al conjunto general, a pesar de que sin embargo existe una fuerte coherencia interna entre los diversos grupos que componen el conjunto.
Aproximaciones de tipo sociológico parten de considerar el cuerpo como portador de una carga simbólica plena de sentido y que se configura como un elemento privilegiado de cara a la relación y a la comunicación social. Así, y a pesar de la ocultación parcial del cuerpo, su acción es determinante tanto en la comunicación tácita, como para la expresión de identidad. En este sentido y dado que la identidad, se construye siempre respecto al trato con el otro, la definición de uno mismo, a veces no reconocida, se traduce mediante la inclusión o exclusión de atributos identitarios existentes en su cultura. Esta elección será sin embargo, más o menos explícita según los individuos, las circunstancias y el grado de institucionalización de las normas en vigor.
Hoy en día los investigadores, sólo suelen remitirse a los aspectos rituales, sacramentales o sagrados cuando se refieren a las sociedades primitivas, poniéndonos de ejemplo comparativo (en el caso del tatuaje y perforado) para deducir que estos aspectos rituales no se producen en las sociedades modernas mediante estas prácticas, o incluso declararlas más bien contra-rituales. Pero si se entiende estos contra-ritos de la misma forma que las contra-normas, no deja de tener sentido el considerarlos como nuevos ritos y profundizar su estudio desde dicho abordaje.
Desde una perspectiva psicológica, realizarse un tatuaje o un perforado es una forma, que adopta principalmente el joven, para individualizarse y afirmar una identidad. Un tatuaje o un piercing pueden reafirmar una identidad y la pertenencia social a un determinado grupo. Esa marca puede diferenciar de aquellos que no la tienen y esa necesidad de diferenciación tiene que ver con las primeras identificaciones masivas que tienen los jóvenes. Éstas marcas serían aquellos aspectos externos identificatorios que de alguna manera, muy inicialmente, sirvieron para diferenciarse de la sociedad de consumo, en contra de determinados modelos dispuestos socialmente.
De esta forma, desde esta perspectiva, la lesión visible que implica someterse a un tatuaje o a un piercing y con dolor, puede indicar entre otras cosas las necesidades sobre todo por los adolescentes de una manera de expresarse personalizadamente, de demostrar su coraje y de pertenencia a un grupo de provocación social 15.
Algunos psicólogos, sostienen por otro lado que la sociedad misma se ha “adolescentizado” 16. Tener una marca -más o menos definitiva- significa que se va a seguir siendo durante mucho tiempo adolescente, joven, “moderno”, “activo”. Esas señales pueden indicar que el que las posee, sigue conservando esa característica que, en última instancia, la sociedad en su conjunto admira. De esta forma, en las sociedades occidentales actuales estas prácticas a su vez, terminan transformándose en una moda de rejuvenecimiento dentro de una sociedad de consumo masivo. Una moda que entre otras cosas señaliza valores admirados socialmente. Ese hecho y la presión de la industria de la moda, induce sin duda a la extensión de estas prácticas, también en el mundo de los no adolescentes.
Desde un punto de vista psicológico más funcionalista, algunos autores han estudiado las motivaciones respecto a las prácticas del bodyart. Así en Ohio, los trabajos de Ida Lyons y Rita Snyder, nos indican algo desde este abordaje 17. Encuestando a personas de un colegio, de tres salones de tatuaje y de una convención de tatuaje, avanzan en su investigación que los hombres declaran más que las mujeres, que suelen tomar la decisión de someterse a body-art por motivos
simbólicos (religiosos o místicos) o por motivos sociales (identificación con el grupo, rito de pubertad). En cambio las mujeres declaran someterse más a estas prácticas por un papel identitario (construcción de la identidad, caracterizar su individualización o expresión de personalidad). Así mismo estos autores nos indican que los tatuajes de los hombres suelen ser con mayor frecuencia grandes y visibles.
En cambio, según la misma fuente, los de las mujeres tienden a situarse más frecuentemente en lugares íntimos, y solo aflorados hacia el otro/a cuando así lo decide el portador de la señal.
Desde la óptica de la antropología, se han efectuado también estudios sobre las modificaciones corporales no convencionales (piercing genital, marcado, cortes) 18. Específicamente estudiado en San Francisco, se avanza que las motivaciones para someterse a este tipo de propcedimientos corporales, son extremadamente diversos y que las motivaciones muchas veces están combinadas: mejoración de la vida sexual, el dolor, la afiliación a un grupo, la estética, prueba de lealtad y confianza, razones religiosas o místicas, o la misma necesidad de ofender. El dolor como tal juega en estas prácticas un papel a tener en cuenta, y que tiene su fundamental papel por sí mismo en las prácticas sado-masoquistas.
Sin embargo algunos autores, considerando el dolor, pero no sólo desde las prácticas sadomasoquistas, consideran que la práctica generalizada del body art, no tiene nada que ver con la búsqueda del placer obtenido por el dolor. Más bien consideran que el dolor que acompaña al piercing no es sino un efecto secundario (eso sí, importante) y necesario en el ritual de paso hacia la edad adulta. Pero lo
sustantivo sería por tanto no el dolor en sí, sino el ritual de paso que ciertos grupos de jóvenes han reinterpretado en las sociedades occidentales.
Así, la relación establecida en ocasiones entre piercings eróticos, sadomasoquismo
y fetichismo 19, no sería aplicable a la situación generalizada actual ni puede ser mantenido como la explicación fundamental del fenómeno. Encuestas recientes entre lectores de revistas de arte corporal, revelan que menos de una quinta parte se declaran masoquistas, sádicos, fetichistas, exibicionistas o narcisistas. Por el contrario más de la mitad se consideran únicamente contestatarios o aventureros. Sin embargo, en estos mismos estudios, algunas mujeres revelan que después de implantarse un piercing genital en el clítoris, han tenido por primera vez un orgasmo durante una relación sexual vaginal 20.
En el caso de de los piercings genitales, parecen existir motivaciones tanto estéticas como sexuales 21. Estudios recientes en clínica venereológicas indican que la presencia de piercing genital, no se relacionaba con el estatus socioeconómicos, el modo de prevención de embarazo utilizado, el número de parejas sexuales, ni con la presencia de infecciones genitales 22. Contrariamente a posibles ideas previas, estos estudios sostienen que los piercings genitales se practican sobre todo por dictado de la moda.
BIBLIOGRAFIA
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6 Turner, Brian (1991) Recent developments in the theory of the body in M. Featherstone, M. Hepworth and B. Turner (eds) The Body. Social Process and Cultural Theory, Sage: London
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9 Bourdieu, Pierre, Remarques provisoires sur la perception sociale du Corps, 1977, Actes de la recherche en sciences sociales, 14
10 Foucault, Michel, Surveiller et punir: naissance de la prison, 1975, Paris,Gallimard
11 Le Breton, David, Sociologie du corps: Perspectives, 1991, Cahiers Internationaux de sociologie, vol. 90
12 Le Breton, David. Anthropologie du corps et modernité. 1990, Paris, PUF
13 Borel, France. Le vêtement incarné. Les métamorphoses du corps, 1992. Paris, Calmann-Lévy
14 Sarnecki, J. Trauma and tattoo. Am Assoc Anthropol J Consciousness 2001; 12(2)
15 Armstrong ML. You pierced what? Ped Nurs 1996; 22
16 Cruz, Reguillo, Estrategias del desencanto, Rossana. 2000
17 Lyons, Ida; Snyder Rita; Gender and motivational differences in tattoing and body piercing. Annueal Convention of the American Association, Toronto, Ontario, 1996
18 Myers James. Non mainstream body modification, genital piercing, branding, burning and cutting. 1992, Journal of Contemporany Ethnography, vol 21, nº 3
19 Buhrich N. The association of erotic piercing with homosexuality, sadomasochism,
bondage, festishes and tattoos. Arch Sexual Behavior 1983; 12
20 Ferguson H. Body Piercing. BMJ 1999; 319 (7225)
21 Wright J. Modifying the body: piercing and tattoos. Nurs Stand 1995; 1011
22 Willmott FE. Body piercing: lifestyle indicator or fa- shion accessory? Int J STD AIDS 2001; 12(6)